Los jóvenes no dependen de que haya un edificio cerca; actividades preventivas y recreativas llegan a ellos y a sus comunidades de manera directa, gracias a la acción de los Centros Cívicos sin Paredes.
Los trabajos en danza contemporánea en Pococí, la elaboración artística de jardines en Aguas Zarcas, el teatro restaurativo en La Capri y en Los Diques, el skateboarding en Heredia y la fotografía y la poesía en Santa Cruz trascendieron las limitaciones geográficas. A través de este programa, los facilitadores juveniles llegan directamente a diversas comunidades priorizadas, ofreciendo alternativas en materia de prevención de la violencia y recreación.
Este programa del Viceministerio de Paz, del Ministerio de Justicia y Paz, ha llegado directamente a 330 jóvenes, en poco más de un año. Actualmente funcionan seis Centros Cívicos sin Paredes, ubicados en Pococí, Santa Cruz, Desamparados, Cartago, Aguas Zarcas y Heredia, proyectándose abrir más en los próximos meses.
Dichas iniciativas se desarrollan como complemento para el Programa Nacional de Centros Cívicos de Paz, y se ejecuta con el apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
La idea surge a partir de la necesidad de extender los programas que ofrecen los Centros Cívicos de Paz más allá de sus sedes; de ahí su nombre, menciona el Viceministro de Paz, Jairo Vargas.
“Esto se deriva de una preocupación que detectamos al inicio de la implementación programática de los Centros Cívicos por la Paz, nos dimos cuenta de que muchos de los y las jóvenes que debían llegar, no lo hacían por problemas de distancia, de no tener con quien asistir o simplemente porque sentían que dichos talleres y cursos no les interesaban. Así que pensamos, ¿por qué no trabajar directamente en la comunidad? Identificamos sus violencias, sus intereses, construimos una oferta y los entusiasmamos a participar en los proyectos”, comentó el Viceministro.
El programa se sostiene con cuatro motores: se construye un diagnóstico comunitario; se define la intervención vinculando un interés cultural, artístico, recreativo, deportivo o tecnológico con elementos de prevención social; se gestiona articulación interinstitucional alrededor de la propuesta, y se genera victorias rápidas con los participantes.
“Los proyectos tienen una duración de pocos meses, para evitar así que los y las participantes abandonen el proceso, luego, de manera inmediata se inicia otro. Son como módulos, que de manera conjunta crean un proceso”, explicó Vargas.
De esta manera, no solo se atiende a jóvenes que están en condiciones vulnerables por aspectos sociales o geográficos, sino que se vincula de manera positiva a las comunidades con la oferta formativa institucional de los Centros Cívicos por la Paz.
El camino ha incluido diferentes etapas que iniciaron con cuatro comunidades en febrero del 2017, en julio del mismo año, se abrió una segunda etapa donde se sumaron tres “Sin Paredes” más, y desde abril del 2018, se desarrolla una tercera etapa con los seis “Sin Paredes” ya citados. “Han evolucionado; al principio algunos funcionaban mientras el Centro Cívico por la Paz estaba en construcción o empezaba a trabajar, ahora estamos integrando muchas de nuestras actividades con los Centros Cívicos abiertos. Nos convertimos en un puente entre las acciones de los Centros y las poblaciones prioritarias, trabajando de manera continua, en alianza con las organizaciones comunales existentes”, expresó Berny Barquero, gestor metodológico de los Centros Cívicos sin Paredes.
De esta manera, la oferta trasciende la infraestructura. Los Centros Cívicos sin Paredes prometen aumentar y seguir llevando programas formativos para la prevención de la violencia a comunidades.