Mujer estuvo presa y ahora emplea a 4 beneficiarios del semiinstitucional
San José, 22 de junio del 2016. Marielos Alfaro fue adicta al ‘crack’ durante tres años. Los distintos delitos que cometió esta mujer, ahora de 53 años, en su necesidad de adquirir la droga la llevaron varios años a la cárcel en la década de los 90.
“A raíz de esa adicción, estuve mucho tiempo en la cárcel. Los jefes de seguridad no me querían. Yo era muy alborotera, era una cabecilla en El Buen Pastor. Una vez, me les escapé un 11 de abril a las 11 de la mañana. A mí nadie me ayudó, pero lo hice desesperada por el vicio. Me escapé de las famosas ‘tumbas’. En el periódico le pusieron: ‘La fuga de las dos Marías’. Cuando estaba afuera de la cárcel, la otra María y yo paramos un taxi y nos fuimos como si nada”, recordó.
Estando en prisión, Marielos conoció un hombre con quien tuvo un hijo –ahora de 21 años–. El embarazo la llevó a replantear su vida. “Ahí empezó el cambio. A pesar de que yo tenía más hijos, esa droga es horrible. Como yo sentí que a este me lo iban a quitar, empecé a agarrarme de Dios y dije ‘hasta aquí’. Luché día a día, luché por mí”, expresó.
En el año 1995, la mujer recibió el beneficio de pasar a un centro semiinstitucional. “Yo era tan pobre que no podía pagar los pases para ir a dormir al centro, pero Yamileth Soto (una trabajadora del CASI La Mujer), a veces, me regalaba 500 colones para poder ir”, señaló.
En ese proceso de superación, Marielos acudió a un banco para pedir un préstamo para montarse su propia empresa y se lo aprobaron. Comenzó vendiendo ropa interior y, con el tiempo, ha logrado estabilizar sus negocios. Ahora tiene tres tiendas de ropa en el sector de Pavas, San José.
“Yo no tenía nada. Nadie le da trabajo a uno así. Cuesta mucho que una persona crea en uno después de verlo tan mal tantos años. Yo pienso que de verdad nos merecemos una oportunidad. Tal vez, si yo hubiese tenido las puertas abiertas en otros lados, hubiera estado mejor”, relata desde la tienda La Prosperidad #2, ubicada frente al Hospital Nacional Psiquiátrico.
“A veces uno quisiera ayudar a más personas. Yo puedo meter las manos por personas que quieran salir a portarse bien. La gente piensa que todos van a salir a hacer lo mismo y no, hay que darles una oportunidad, se la merecen. Mucha gente no estará de mi lado, pero sí se la merecen. Nos la merecemos”, asegura.
Actualmente, da trabajo en sus tiendas a tres beneficiarias y a un beneficiario del Programa Semiinstitucional. Ellas pernoctan en el CASI La Mujer y él en el CASI San José.
“Tengo muchas muchachas que han trabajado conmigo, que han estado en el Semiinstitucional. Ahorita hay tres y son excelentes. Me gusta ayudarlas. Espero más adelante que salga un proyecto para ayudarles mejor y tener ofertas laborales para muchachas que, de verdad, quieran estar en la calle y ver a sus hijos y luchar por algo como yo lo hice porque a mí me costó mucho”, manifiesta.
Kimberly Torres, de 22 años, es una de ellas. Desde hace nueve meses, pasó al régimen Semiinstitucional y, ahora, es la administradora de la tienda La Prosperidad #2.
“Yo estoy agradecida con ella porque no es cualquiera que nos da trabajo saliendo de la cárcel. Ahora estoy yendo a un centro a dormir una vez al mes. Me siento muy agradecida y sé que, tal vez, las personas piensan que no nos pueden dar la oportunidad porque cometimos un delito, pero nadie es perfecto y sé que podemos salir adelante”, aseguró.