Annabelle Chaves Fernández sostiene un viejo boletín informativo de Adaptación Social que atesora entre su registro particular de recuerdos. Abre el documento y se mira a sí misma en esa fotografía de 1988 en la que tenía 23 años. La imagen no podría ser más representativa de esta bibliotecóloga y máster en Gerencia Pública: sonrisa amplia, en las manos un libro abierto y, detrás de ella, un estante de cuatro niveles lleno de pesados volúmenes.
La nota del boletín informaba sobre los nuevos servicios bibliotecarios para el sistema penintenciario, un ejemplo de esa vocación de mujer innovadora que persiste en ella tantos años después.
A lo largo de 32 años de servicio ha dejado su huella en diferentes ámbitos. Fue gestora de la creación del área de equipo audiovisual. También estableció alianzas interinstitucionales para maximizar el acceso a información para los funcionarios, y hasta ha contribuido con la superación académica de colaboradores y privados de libertad, gracias al permanente enriquecimiento del contenido de las bibliotecas del ministerio, entre otros muchos aportes.
Su madre, Elsa Fernández, maestra de primaria, fue la que le inculcó el amor por la educación y los libros. Más adelante, en el colegio, se enamoró de las fichas catolográficas, del acervo científico, del inquebrantable orden de las bibliotecas.
“Comencé estudiando la carrera de Educación Preescolar en la Universidad Nacional (UNA), pero al año matriculé también Bibliotecología y a los dos años me pasé a esta carrera a tiempo completo”, dice esta oriunda de Heredia, quien gracias a una recomendación de la Escuela de Bibliotecología de la UNA comenzó a trabajar en el ministerio.
“Jorge Delgado, Director Ejecutivo de la Escuela de Capacitación, quería una persona que le diera un gran impulso a la divulgación y a la información. Mi tarea inicial era ver las necesidades de información de los usuarios, que en ese momento eran los funcionarios”.
A Annabelle le gusta calzar huellas más grandes que sus zapatos, así que buscó alianzas con el ILANUD, el IAFA, entre otros, para tener acceso al contenido bibliográfico de otras instituciones. También logró que televisoras nacionales le dieran material audiovisual, y estableció convenios con La Nación y La Prensa Libre para llevar periódicos a los centros penitenciarios.
Uno de sus mayores logros fue poner a andar el área de equipo audiovisual. Al año de haber ingresado al ministerio, después de presionar y tocar puertas, ya contaban con equipo de sonido, proyectores de diapositivas, betamax y algunos televisores. Dio un curso de audiovisuales para que los funcionarios aprendieran a usar los proyectores e, inclusive, a hacer sus propias diapositivas.
“El personal del ministerio de Justicia y Paz tiene una mística increíble; todo lo que he hecho aquí ha sido el resultado del esfuerzo no solo mío, sino de muchas personas que han trabajado porque aman la institución”, dice.
Ese hábito emprendedor aún lo lleva pegado a la vida. Actualmente, impulsa un nuevo proyecto que busca convertir las bibliotecas de los centros penitenciarios del país en espacios integrales donde se fomente la educación, el esparcimiento y la cultura.